
Lucía es una niña guatemalteca de diez años, que vive en una pequeña aldea a las afueras de Quesada, junto a sus padres y sus cinco hermanos. Ella es la mayor, y por eso, tiene que ayudar en las tareas de la casa, y en el cuidado de sus hermanos pequeños.
La casa de Lucía es muy pequeña, sólo tiene una cocina, en donde hay una chimenea, y un dormitorio donde duerme toda la familia junta. Las paredes de la casa son de adobe y piedra, y el tejado es de chapa y cuando llueve el agua hace mucho ruido. Tiene un porche, a la entrada de la casa, hecho con cuatro palos y cubierto de paja, donde Lucía juega con sus hermanos pequeños y les cuenta historias que lee en los pocos libros que hay en la escuela. Ellos la escuchan con la boca abierta, y ella desearía tener muchas más historias que contarles.
Lucía está muy contenta porque hace unos días que tienen luz en la aldea, y han instalado una pequeña bombilla en su casa y en todas las demás de la aldea. ¡Es estupendo poder estar en casa por la noche!, porque antes se tenían que acostar en cuanto anochecía.
También ha llegado la electricidad a la escuela y hoy le espera una estupenda sorpresa a Lucía y a todos los demás escolares.
Como todos los días Lucía y su familia se han levantado muy temprano, apenas si ha salido el sol. La niña tiene que ir a buscar agua a un pozo que está un poco lejos para llevarla a casa. Por el camino se encuentra a otras niñas y niños que también van a por agua. Después han ido a buscar leña para poder cocinar y calentar la casa.
Lucía, después de este trabajo, se ha despedido de su madre y ha salido corriendo para la escuela. Es tarde, pero aún llega a tiempo de tomar el desayuno que allí les dan a los niños: leche y cereales.
Pero hoy, la profesora, les dice que es un día especial y que dentro de clase hay algo que les va a gustar mucho. Todos los niños salen corriendo y se agolpan en la puerta de la clase esperando que la señorita Magdalena, que así se llama la profesora, abra la puerta. Cuando entran en clase todos se quedan en silencio, con la boca abierta. Al lado de la pizarra hay una enorme mesa y encima de ella ¡hay un ordenador!, y dos personas que parecen extranjeras, están instalándolo.
La profesora les cuenta que estas dos personas pertenecen a una ONG que trabaja en Guatemala, y que han elegido su escuela por ser una de las más pobres de la ciudad, para regalarles un ordenador y que todos los niños aprendan a usarlo.
Lucía está entusiasmada y no para de hacer preguntas a su profesora: ¿Cuándo podremos usarlo?, ¿Cómo se enciende?, ¿Para qué sirve esto de aquí?...
Los señores que estaban instalando el ordenador les han contado todo lo que pueden hacer con él.
Que tiene programas de juegos, de dibujo, de cálculo, y Lucía se ha propuesto poner mucha, pero que mucha atención para aprender o usarlo lo antes posible. Además tiene un programa con más de cien cuentos populares. Al enterarse de esto Lucía se ha puesto muy contenta, ya que no sólo ella va a poder disfrutar del ordenador, porque cuando llegue a su casa podrá contarle todos estos cuentos a sus hermanos pequeños que aún no van a la escuela. Y así lo hace. Cada noche, después de cenar y como ya tienen luz en casa, la niña se sienta en el suelo junto a sus hermanos y les relata un cuento nuevo cada noche.